Aun no sabía reírse
de lo que pasó, pero tampoco lloraba. Veinte pastillas y una botella de whisky exorcizaron
las sombras que le habían invadido y le tomaron el alma. Nadie supo explicar… a veces la única salida
es saltar al vacío, reducirse a la nada, hacerse una pausa casi infinita, proclamar
la muerte de todo y pagar para ver si existe milagro.
Cenizas y
silencio, por mucho y mucho tiempo era lo que se veía… un paisaje sombrío,
triste, desolado donde nadie, en perfecto juicio, se atrevía adentrar, como en
las casa malditas estaba en completo abandono…
Pero un día, como
en los cuentos, surge de los escombros signos de vida, y eses, tan pequeños, casi
invisible, poquito a poquito fueron desarrollando y se juntaron para componer
lo que sería su nueva vida… más intensa y más feliz… alejada de las tinieblas
porque esas se convirtieron en la luz e
era ahora…